Como ya conté en algún momento, como buena «canaria», uno de los paseos que más disfrutaba en mi adolescencia era ir a las ferias de artesanos en Montevideo. Había trabajos tan lindos, ¡tantas cosas que si pudiera me hubiera comprado! Y lo peor es que hoy en día me pasa lo mismo. Adoro ir a la feria, y siempre vuelvo a casa con ganas de comprarme todo. La limitación, una vez más, es la de los costos.
Por eso, desde adolescente, mi metal ideal fue y es la alpaca.
Es un material muchas veces desvalorizado y mirado de costado, pero súper noble de corazoncito. Para quienes no podemos o no queremos costear un accesorio de metales nobles (como el oro o la plata de alta ley), la alpaca es la solución más eficiente y honesta.
Yo encontré en la alpaca un metal que me permite realizar con ella exactamente lo mismo que con la plata, pero a un costo que me parece accesible, tanto para mí (en la producción) como para las personas que eligen mis piezas (en la compra final).